Los rusos adoptaron el té a través de los mongoles, pero usaban el samovar mucho antes de que éstos llegasen a sus tierras. Dado el clima de frío extremo de las estepas, este recipiente era útil para hacer una infusión típica a base de miel fermentada y agua, y las brasas permitían mantenerla caliente. Además, la incorporación de un precario regulador de tiraje permitió introducirlo en la vivienda -de hecho, la etimología de 'samovar' viene a ser 'olla para cocinar uno mismo'. Por tanto, los rusos hicieron pronto del té un ritual a la altura de los mongoles, chinos, japoneses y otros muchos pueblos.
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